Carmen: Gijón 07-05-02
Pedro me ha contado que tu cuerpo es de seda, y que tu voz suena a campanillas. Pedro me ha contado que tienes un cuerpo sólido, con caderas en forma de corazón, con pechos fuertes de pezón pequeño y duro. Pedro me ha contado que tienes un pelo lleno de mariposas, con una sonrisa que brilla como luciérnagas en la penumbra. Pedro me ha contado que tu alma revolotea y que lo único que se puede hacer es quedarse maravillado admirándola, y seguirla, seguirla con la mirada, sin jamás osar tocarla para que no pierda el polvo de sus alas. Pedro me ha contado muchas cosas más.
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Pedro me ha contado que entraste en penumbra. Segura, sin titubeos. Con el cuerpo encabritado, a mitad ibas diciendo, "soy una hembra en plenitud", la otra mitad decía, "no estoy segura de mi misma, si me estas mirando con el rabillo del ojo, por lo menos que veas algo que te pueda gustar." Te metiste en la cama. Tu piel respiraba un olor mezcla de timidez y de deseo. Pedro te acercó el dedo que se entrelazo con el tuyo. Pedro te recorrió el brazo cuya piel se erizaba a su recorrido. Pedro bajo la mano a lo largo de tu lado, hasta alcanzar la cadera, y que entonces no pudisteis más y que las bocas se buscaron, y que los brazos se enlazaron, y que los cuerpos se juntaron.
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Pedro me ha contado que fue entonces cuando su mano fue buscando los lugares más íntimos de tu cuerpo. Pero sin prisas. Fue su mano penetrando el lado intimo de tus muslos, y buscando tu vello, jugando con tu vello, sin que la intimidad deseada se produjera. Y su boca succionaba el pezón, y su boca mordisqueaba el pezón hasta que el placer casi parecía dolor. Tus labios se abrieron, húmedos, calientes, llamando al índice. Y el índice fue y afloró los labios, y penetró entre sus rendijas, y buscó los puntos de placer en los que se nos concentra el vértigo. Y el vértigo empezó a producirse.
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Pedro me ha contado que tu cuerpo no comprendía como el placer podía durar tanto. Como tu cuerpo estaba sorprendido de que existieran rincones que el mismo no hubiera descubierto. Como los matices del placer no son comparables a los atracones del placer. Y tu cuerpo no podía comprender que ese placer fuera continuo, prolongado, profundo. Y tu cuerpo vibró, y tu cuerpo tembló, y tu cuerpo lloró. Lloró de sorpresa, lloró de vértigo, lloró de miedo de estar al borde de lo desconocido.
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Pedro me contó como tu sonrisa mostraba la entrega del cuerpo, mientras el alma tomaba el vuelo. Y Pedro me contó que volvisteis a empezar, una y otra vez pero por recorridos diferentes, explorando hasta los más pequeños y recónditos senderos del jardín. Y Pedro me contó como, al cabo de dos horas, tu deseo, ejercido a horcajadas sobre él, se hizo cada vez mas fuerte, más rítmico, más intenso, más dionisiaco, terminando por romperle las barreras de su propia contención, y como se desbordó esa unión en un abrazo de estertores de vida. Y Pedro me contó como el abrazo que siguió fue un abrazo que envolvía el mundo y la vida, el tiempo de lo eterno.
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Y Pedro me ha contado como los cuerpos sudorosos disolvían el aceite que sobre ellos extendió, y como el abrazo liquido de la piel deslizante, hacía que vuestros cuerpos se convirtieran en uno solo. Y que eso rompía los limites de la percepción convirtiendo íntegramente la sensualidad en pasión. Y como la fluidez sin roce de los dos cuerpos íntegramente lubricados, abría sensaciones de placeres más intensos, y en donde ya no se sabía dónde empezaba uno y donde terminaba el otro. Y Pedro me ha contado como, en el borde del éxtasis, recorriendo el éxtasis, llorabas y reías a la vez, sin saber por qué tu cuerpo incontrolado te llevaba al vacío ante el que se asomaba tu conciencia.
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Y Pedro me ha contado como, después del viaje por las estrellas, os habéis abrazado como dos niños amenazados por el mundo exterior, y os habéis contado secretos de niños, que nunca habíais contado a las personas mayores. Y como el cuerpo entregado es la puerta del alma. Y como vuestras almas hicieron el amor igual que lo habían hecho vuestros cuerpos. Pedro me ha contado que su vida se fue desgranando ante ti como una película de cine negro en la que siempre existe la voz el "off" que narra con crueldad la escena lúgubre que describe la imagen. Y que tu vida se fue desnudando ante él con las sombras de un pasado que, como Cervantes, ni la memoria quiere recordar.
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Y Pedro me ha contado como las dos primeras horas parecieron 10 minutos, Y como las seis primeras horas parecieron escasamente una. Y como esas vidas pareciera que hubieran estado siempre ahí, distantes, diferentes, antagónicas y sin embargo eternamente unidas por el hilo de la sensibilidad, de la inteligencia, del deseo y de la ternura.
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Y Pedro me ha contado como la necesidad de volver a tomar distancia, la necesidad de ir tomando tierra, la necesidad de que cada uno fuera revistiéndose de las máscaras que lleva puestas, hizo que ese final fuera doloroso. Doloroso porque era final, porque lo que no se tiene que acabar, no se sabe como acabarlo. Doloroso porque el idioma de la máscara era un idioma desconocido para los dos cuerpos que se habían conocido sin ellas. "Espero que recorramos juntos todas las esquinas de la sensualidad. Pedro 07-05-02" "Todo fuerza. Todo matices. Eres todo lo que un hombre puede desear. Te deseo. Pedro 07-05-02" Fueron epitafios que quedaron escritos en las paredes de aquella habitación.
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Y Pedro me ha contado como condujo los 1000 kilómetros de vuelta, aislado en su coche, bajo una lluvia torrencial, con el corazón encogido en un puño, con la retina llena de esa sonrisa melancólica y triste que fue lo último que vio de ti. Y no sabe si fueron sus lagrimas las que limpiaba el parabrisas, las mismas que le afloraban a los ojos cuando me contaba todo esto. Quiérelo, quiérelo mucho, como yo no sé quererle.
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Tu estabas allí, Gloria.
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Pedro me ha contado que entraste en penumbra. Segura, sin titubeos. Con el cuerpo encabritado, a mitad ibas diciendo, "soy una hembra en plenitud", la otra mitad decía, "no estoy segura de mi misma, si me estas mirando con el rabillo del ojo, por lo menos que veas algo que te pueda gustar." Te metiste en la cama. Tu piel respiraba un olor mezcla de timidez y de deseo. Pedro te acercó el dedo que se entrelazo con el tuyo. Pedro te recorrió el brazo cuya piel se erizaba a su recorrido. Pedro bajo la mano a lo largo de tu lado, hasta alcanzar la cadera, y que entonces no pudisteis más y que las bocas se buscaron, y que los brazos se enlazaron, y que los cuerpos se juntaron.
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Pedro me ha contado que fue entonces cuando su mano fue buscando los lugares más íntimos de tu cuerpo. Pero sin prisas. Fue su mano penetrando el lado intimo de tus muslos, y buscando tu vello, jugando con tu vello, sin que la intimidad deseada se produjera. Y su boca succionaba el pezón, y su boca mordisqueaba el pezón hasta que el placer casi parecía dolor. Tus labios se abrieron, húmedos, calientes, llamando al índice. Y el índice fue y afloró los labios, y penetró entre sus rendijas, y buscó los puntos de placer en los que se nos concentra el vértigo. Y el vértigo empezó a producirse.
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Pedro me ha contado que tu cuerpo no comprendía como el placer podía durar tanto. Como tu cuerpo estaba sorprendido de que existieran rincones que el mismo no hubiera descubierto. Como los matices del placer no son comparables a los atracones del placer. Y tu cuerpo no podía comprender que ese placer fuera continuo, prolongado, profundo. Y tu cuerpo vibró, y tu cuerpo tembló, y tu cuerpo lloró. Lloró de sorpresa, lloró de vértigo, lloró de miedo de estar al borde de lo desconocido.
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Pedro me contó como tu sonrisa mostraba la entrega del cuerpo, mientras el alma tomaba el vuelo. Y Pedro me contó que volvisteis a empezar, una y otra vez pero por recorridos diferentes, explorando hasta los más pequeños y recónditos senderos del jardín. Y Pedro me contó como, al cabo de dos horas, tu deseo, ejercido a horcajadas sobre él, se hizo cada vez mas fuerte, más rítmico, más intenso, más dionisiaco, terminando por romperle las barreras de su propia contención, y como se desbordó esa unión en un abrazo de estertores de vida. Y Pedro me contó como el abrazo que siguió fue un abrazo que envolvía el mundo y la vida, el tiempo de lo eterno.
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Y Pedro me ha contado como los cuerpos sudorosos disolvían el aceite que sobre ellos extendió, y como el abrazo liquido de la piel deslizante, hacía que vuestros cuerpos se convirtieran en uno solo. Y que eso rompía los limites de la percepción convirtiendo íntegramente la sensualidad en pasión. Y como la fluidez sin roce de los dos cuerpos íntegramente lubricados, abría sensaciones de placeres más intensos, y en donde ya no se sabía dónde empezaba uno y donde terminaba el otro. Y Pedro me ha contado como, en el borde del éxtasis, recorriendo el éxtasis, llorabas y reías a la vez, sin saber por qué tu cuerpo incontrolado te llevaba al vacío ante el que se asomaba tu conciencia.
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Y Pedro me ha contado como, después del viaje por las estrellas, os habéis abrazado como dos niños amenazados por el mundo exterior, y os habéis contado secretos de niños, que nunca habíais contado a las personas mayores. Y como el cuerpo entregado es la puerta del alma. Y como vuestras almas hicieron el amor igual que lo habían hecho vuestros cuerpos. Pedro me ha contado que su vida se fue desgranando ante ti como una película de cine negro en la que siempre existe la voz el "off" que narra con crueldad la escena lúgubre que describe la imagen. Y que tu vida se fue desnudando ante él con las sombras de un pasado que, como Cervantes, ni la memoria quiere recordar.
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Y Pedro me ha contado como las dos primeras horas parecieron 10 minutos, Y como las seis primeras horas parecieron escasamente una. Y como esas vidas pareciera que hubieran estado siempre ahí, distantes, diferentes, antagónicas y sin embargo eternamente unidas por el hilo de la sensibilidad, de la inteligencia, del deseo y de la ternura.
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Y Pedro me ha contado como la necesidad de volver a tomar distancia, la necesidad de ir tomando tierra, la necesidad de que cada uno fuera revistiéndose de las máscaras que lleva puestas, hizo que ese final fuera doloroso. Doloroso porque era final, porque lo que no se tiene que acabar, no se sabe como acabarlo. Doloroso porque el idioma de la máscara era un idioma desconocido para los dos cuerpos que se habían conocido sin ellas. "Espero que recorramos juntos todas las esquinas de la sensualidad. Pedro 07-05-02" "Todo fuerza. Todo matices. Eres todo lo que un hombre puede desear. Te deseo. Pedro 07-05-02" Fueron epitafios que quedaron escritos en las paredes de aquella habitación.
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Y Pedro me ha contado como condujo los 1000 kilómetros de vuelta, aislado en su coche, bajo una lluvia torrencial, con el corazón encogido en un puño, con la retina llena de esa sonrisa melancólica y triste que fue lo último que vio de ti. Y no sabe si fueron sus lagrimas las que limpiaba el parabrisas, las mismas que le afloraban a los ojos cuando me contaba todo esto. Quiérelo, quiérelo mucho, como yo no sé quererle.
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Tu estabas allí, Gloria.
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kika -