Blogia
Mujeres - Diosas

Isabel: Primer encuentro 25 de Marzo 2004, en Alarcón

Isabel: Primer encuentro 25 de Marzo 2004, en Alarcón 25 de Marzo (2004) en Alarcón

Tal para cual. Se juntaron el hambre con las ganas de comer. Hay que ver que dos cabezas mas controladas. Hubo química, me cuenta mi amiga, química de laboratorio, Hidrógeno y Oxigeno, (ella esta un poco oxidada) e hicieron agua, H2O. Tocado y hundido!
Bueno como esto suena un poco críptico, salvo para los dos que estuvieron haciendo travesuras, os lo voy a contar tal y como ambos me lo han contado.

Quedaron como previsto.. Ella estuvo a punto de ofrecerle los labios desde el primer beso de bienvenida. El no se atrevió pues le parecía imponer un trato sexual desde el primer momento y siempre quería dejarle a ella una salida sin compromiso. Pero si noto su buena voluntad.
Subieron al coche. “Hombre, No tienes un Mercedes! Menos mal. Este es el coche mas elegante que conozco” “No podía ser menos, a Alter le he dicho que tengo un Mercedes, para no acomplejar a nadie en Lycos”. Subieron al coche y entraron en materia emocional de inmediato.

Se acortaron los comentarios preliminares, puesto que los dos habían podido leer lo que yo os había escrito en lo de “cita a ciegas” y ya sabían de que iban. “Cuál es tu profesión? No se nada de ti” le dijo él. “Hago psicoterapia a través de la expresividad artística. He sido pintora” “Que línea de pintura?” Ella se queda pensando. “Figurativo o abstracto?” “Mas bien figurativo, aunque me gustan mucho los abstractos” “Expresionista o hiperrealista?” “Expresionista” “Matérico o cromático?” “Hace 10 años que deje de pintar” Dijo ella para no seguir con el acoso... “Ah! Por lo que dices veo que mas bien en la línea del informalismo expresionista figurativo” Ella pensó: “tío peligroso” En realidad él le había hecho estas preguntas no solo para conocerla mejor, también para que viera que no era solo el asqueroso ejecutivo que su imagen aparentaba, sino que detrás había una persona que era capaz de combinar sensibilidad (y una leche!) y cultura (pedante!), todo esto a ella no le molestó.

Se tocaron las manos. Ella las tenía fibrosas, de mujer con fuerte carácter, activa, decidida. Él las tenia cortas, nada aristocráticas, pero suaves, como si no hubiera fregado un plato en su vida. Llegaron al Parador hacia las 13.00. Pasaron a tomar un vermouth, y a hablar un rato mientras habrían el Comedor. Ella contó su vida, riéndose de las cosas que yo misma había contado en el Foro de Geishas para despistar. Puso en claro que no se sentía nada frustrada sexualmente, nada que ver con la topología por mi descrita, y con la que muchas de nosotras nos sentimos identificadas... Contó su matrimonio, su anterior relación casi matrimonial. Contó su interpretación holística de la percepción de la realidad. Él le contó su evolución profesional y como su excesiva creatividad había sido una rémora en el entorno de poder en el que se mueve.

Se levantó ella al baño. Él pudo verla, primero desde atrás: cinturita estrecha, cuerpo proporcionado, pequeña de porte, hombros muy femeninos, pelo aleonado de azabache indómito. Y después de frente: pechos pequeños, muslos turgentes, pierna corta, mirada étnica. “Si tu marido hubiera sido un Bizet francés, habría escrito su “Carmen” pensando en ti.” El se levantó a pedir otro vermouth. Al volver, viendo como le miraba ella, le dijo, “Un poco entrado en kilos, pero se camufla bien porque es bastante alto” “Ya me lo habían avisado... la amiga confidente” contesto ella “pero me gusta”

Pasaron al almuerzo y siguieron desgranando jirones de vida, con los que tejían la trama sobre la que se iba a acurrucar su relación. “Yo quiero ser como los hombres. Quiero poder hacer el amor sin que eso requiera una dependencia emocional de la persona con la que lo hago. Quiero aprender a estar libre en una relación sexual” “Yo, sin embargo, dijo él, no sé tener una relación sexual sin que haya una implicación emocional con la persona con la que haga el amor. El contacto de los cuerpos es una dimensión mas para conocer a una persona que me interesa. Tengo que amar a la mujer con la que estoy.” Y ante la mirada de pavor que él pudo leer en los ojos de ella, continuó: “Lo cual no quiere decir que no pueda amar a varias mujeres a la vez. Eso las mujeres no lo entendéis.”

Hablaron de la Escuela Mosaiquista de Chicago en las percepciones semióticas. Se decantaron mas por las teorías de la Escuela Gestaltica de Viena, especialmente al hablar de cómo se tienen que interpretar subconscientemente los procesos de interferencias en la comunicación emocional. Discutieron sobre la autenticidad, o mas bien la calidad gestual, del Tapies colgado del muro medieval de la pared del comedor. De la pésima calidad del Álvaro Delgado colgado en la entrada, patético pintor de la Academia, que vive de su vinculación a Cuenca y de lamerle el culo a los poderes públicos y políticos.

Evitaron, aunque estuvieron a punto, hablar de Grotowsky y Estanislavsky en los procesos de expresión corporal y de representación del movimiento. Si hablaron del Estructuralismo Semiológico, adaptado a la Semiótica, de Baudrillard y de Saussure. Y con todo esto se iban calentando, poniendo cachondos, estimulando sus instintos de sensualidad y sus deseos sexuales.... Pero, eso eran ellos, que se “ponen” con estas cosas, pero si yo os lo cuento todo esto a vosotros es para que os aburráis como monos, y que dejéis de leer antes de llegar a los párrafos pornográficos....

Eran las tres y media, ella pidió café. Él estaba desesperado porque la charla se estaba comiendo el tiempo en el que podían estar juntos. Él le preguntó, “quieres que subamos un rato a la habitación? Si prefieres que sigamos charlando no pasa nada” “ella lo tenía claro, lo tenía decidido desde antes de tomar el autobús. Pero quería, y sobretodo pidiendo el café, demostrarle que ella dominaba la situación. Fueron a recepción, y el recepcionista tardó un siglo en rellenar los papeles y acompañarles a la habitación. “No tiene dosel!”, dijo ella al entrar, “es verdad que la has pedido?” y pasó, por tercera vez al baño “Creo que esto es lo que tengo que hacer, según ha dicho Alter...” No tenía ganas de hacer pipi. Quería limpiarse el flujo de lubricación, que ya le bajaba, para que no se notara mucho al principio de la relación.

A su salida él seguía vestido las cortinas cerradas, una luz traslucía la tela y dejaba la habitación iluminada. Él, sentado en la cama, la acercó, y aprovechando que su estatura se lo permitía la besó, estando ella al principio de pié, y después, girándose sobre su cuerpo, pasándola por encima de su muslo, la tumbó al lado suyo en la cama y la siguió besando. “Que labios mas suaves tienes” dijo ella. Él sonrió pues no eran sino mensajes positivos los que ella le mandaba. “Estas nervioso?” Insistió ella, haciendo frente a la situación. “No. Déjame pasar al baño. Ahora vengo” Él estaba en el limite. Se le había puesto casi dura del todo, y eso por poco le impidió hacer pipi... Se la volvió a meter, plegándola en la bragueta, y salió todavía vestido. Ella estaba ya desnuda... y sentada en la cama.

Se tumbó, tumbándola, al lado de ella. Mordisqueó sus pequeños pechos de punta oscura y dura. Beso su boca, Bajó su mano que encontró, entre el tirante del tanga gris, la hendidura liquida de la vagina expectante. Entró con el dedo. Mientras la lengua exploraba el marfil de los dientes. Ella, por ahora, no veía que hubiera errores de aproximación. El futuro tenia todas las alternativas abiertas. Retiró el tanga. Empezó a retirar las medias que le llegaban a medio muslo. “Déjamelas, Me gusta sentirme sexy” Le dijo ella. Él sonrió, y se las volvió a subir. “No te gustan?” “ Si, claro que me gustan” Su boca fue bajando a lo largo del cuerpo, y alcanzó los repliegues exteriores de la vagina. Unos pelos cortos raspaban su lengua y su labio. “Me he afeitado por ti esta mañana. Te gusta?”

Él comprendió que ella tenía una enorme voluntad de agradar. Voluntad o necesidad? No se lo planteó. Le agradeció el esfuerzo. “Si, claro que me gusta”. La vagina estaba enormemente húmeda, rebosante, acarició el interior de los labios con la lengua y localizó el clítoris. Cambió de postura, y agarrando las dos pequeñas nalgas con las manos abiertas, lamió la hendidura, dejando pasar el clítoris endurecido de un lado a otro de su lengua. Los suspiros se hicieron mas intensos, mas expresivos, los brazos se tendieron, la cabeza y el torso se encabritaron echándose hacia atrás, y unas pequeñas convulsiones recorrieron los músculos de su vientre y de sus muslos. Ella le retiró su cara, a lo que el no se opuso, sabiendo que la irritación de la sensibilidad post-orgasmica puede ser muy desagradable.


Se volvió a recostar a su altura, y la abrazó con ternura. Ella sonrió, como si no hubiera pasado nada. Y él continuó acariciándola, dejando descansar el clítoris. Desnuda, boca arriba, sin cubrir, atravesada sobre la cama, él pudo recorrer cada centímetro de su cuerpo con sus labios, con su lengua. Separó sus muslos, la penetró. “Yo todavía no he empezado calentarme” dijo ella. Él comprendió que ella estaba reclamando un sexo largo, largo, y, haciendo un aviso a caminantes, por si se le ocurría, se iba a enterar, terminar en esa posición con el “ciclo completo”. Él no solo entendió el mensaje, entendió más. Entendió que ella tenía una aproximación mas racional que sensual a la sexualidad, y que dentro de la búsqueda de su “rol” masculino, estaba decidida a llevar las riendas del proceso.

Penetró, y penetró de nuevo. Levantó los muslos para alcanzar con la cúpula del glande el cráter duro de la entrada del útero. Le levantó los muslos, besó sus talones, mientras ella, los pies en el aire, el cuerpo en cartabón, recibía, el de rodillas, la penetración mas profunda. “Puedo tener un tirón de los músculos”. El mensaje estaba cada vez mas claro. Mi amiga quería agradar, y para ello iba a poner todo su empeño, pero iba agradar controlando la situación y mandando las ordenes que entendía pertinentes. Él cambió de posición y continuó con la penetración mas “clásica”. Ella suspiró de placer, continuó suspirando, se acercó a los preámbulos del éxtasis, y él comprendió que no podría resistir, controlando el suyo, el desarrollo completo del orgasmo de ella. Pensó que este precalentamiento podría ser un preámbulo del crescendo posterior y deshizo el climax tumbándose al lado de ella.

El dedo experto, acariciando la vulva almohadillada interior, acariciando el rugoso punto “G”, acariciando el clítoris, terminó la faena, consiguiendo los espasmos de sus muslos, de sus caderas, de su vientre, hasta que ella le retiró la mano, pidiendo un aplazamiento en la continuidad de las caricias. Ella se sentó encima. Tomó las riendas “Te gusta mandar? Aquí encima mando yo” le dijo, empezando a cabalgar. Ella no se erguía, no buscaba el placer de la vagina tensionada por el pene forzando el fondo de la cavidad en dirección de los riñones. Ella mantenía una postura inclinada, mas interesada por el roce de la corona del glande contra sus mucosas interiores, mas interesada por el placer de él, que por el suyo propio.

Él comprendió que su deseo, en esa posición sería irrefrenable, y, como ella había amenazado con un “solo estoy muy al principio”, él decidió cambiar de postura, forzándola, casi, a asumir una invertida, en un cunnilingus en el que ella parecía complaciente, pero no entusiasta. Él se centró en la estimulación múltiple de sus “países bajos”. Campaña del Duque de Alba contra los infieles protestantes. Utilizó la lengua, utilizó los labios, los dientes, utilizó los dedos, índice, pulgar, gordo... Mientras la lengua acariciaba los labios rasurados y buscaba trepidantemente la tensión sanguínea del clítoris duro su índice y pulgar penetraban la vagina, acariciando alternativamente y cadencialmente la almohadilla, la cabeza de útero, el punto G y las membranas posteriores de aislamiento del recto.

La secreción del lubricante de ella humedecían sus dedos, lo que le permitió, dejando el índice dentro de la vagina, sacar el pulgar mojado y acariciar el esfínteres de forma circular hasta que este se descontrayera y permitiera una suave y lenta penetración. El movimiento combinado del índice y del pulgar en ambos lados de la membrana de separación de la vagina y del recto, así como la lengua trepidante sobre su mordisqueado clítoris produjeron la tercera serie de contracciones musculares y de profundos suspiros. Poco a poco, superado el clímax de contracciones, fue desenfundando con suavidad los dedos y la cara...
“No se lo que me has hecho, pero estaba muy bien” “me alegro de haberte hecho algo que no te hubieran hecho antes” Ella sonrió (con una cierta condescendencia en la comisura que él no supo interpretar...)

La colocó de rodillas en el borde de la cama, la presiono la espalda para que se apoyara sobre las manos a cuatro patas, y, aprovechando la altura del somier, de pie, al borde, por detrás, la penetró, asiendo con la fuerza de sus manos las dos caderas de forma que pudieran ayudar el movimiento de vaivén de su cuerpo para que el pene alcanzara el diafragma. Ella movía sus nalgas de arriba abajo para completar con un movimiento vertical, el horizontal que él estaba ejerciendo. Los muelles de la cama también se pusieron a colaborar, y entre todos consiguieron que ella resoplara, aleteara, se revolviera histéricamente durante unos segundos hasta que se volviera a calmar en un silencio de descanso.

Se tumbaron juntos, corrieron por primera vez las sabanas sobre sus cuerpos, y se abrazaron con la ternura de una pareja que busca mas la fusión de las caricias de las almas que el acoplamiento de los genitales. Él tenía la satisfacción de haber conseguido producirle el placer de tres clímax clitoridricos y este último vaginal. Pensaba que su satisfacción de haber producido placer estaba colmada. El pobre. Es que los hombres sois unos simplones. “No he tenido todavía mi orgasmo” Le dijo ella para clarificar la situación. “Es que yo lo tengo cuando quiero” Él se desfondó. Después de lo que él creía que habían sido cuatro orgasmos, después de todos sus esfuerzos por haber intentado crear un clima de sensualidad y de éxtasis, ella le decía que “res de res” (en catalán, en la intimidad, en versión original)... él ya no sabía que podía hacer...

Eran ya las 5 y media de la tarde, y a las 6 se tenían que vestir para que les diera tiempo de llegar al autobús de las 7, a 30 kilómetros. Él sabía que ya no le daba tiempo a intentar otra atmósfera de sensualidad, y que si había fracasado hasta ahora, nada auguraba un éxito en otro intento inmediato. Ella había conseguido su propósito, es decir, poder tener una relación sexual, relativamente satisfactoria, sin que su orgasmo hubiera interferido como un proceso psíquico y emocional de entrega y disolución emotiva en los brazos del hombre que la retiene. Había conseguido mantener las distancias, no implicarse, actuar como un hombre, en suma. Y todo con una enorme ternura, compenetración y deseo de agradar.

Ella tomó las riendas, como no había dejado de hacerlo a lo largo de toda la tarde, y se montó de nuevo a cabalgar sobre su verga. Esta vez el no opuso resistencia a su placer, no intentó controlarlo para que pudiera durar varias horas mas, y se dejó cabalgar, cabalgar.... hasta ser enterrado en el mar.

“Te pareces mucho a mi marido, y también a la primera relación que tuve que me duró 9 años. Es normal, una tiene fijaciones y le gustan la misma topología de hombres” “Seguro que a mi marido le encantaría conocerte, tenéis muchas cosas en común. Cuando vuelva a casa (me viene a buscar a la parada del autobús) le voy a comentar lo estupendo que eres y lo bien que ha ido...” Él tuvo que hacer acopio de sus múltiples estratos de personalidad transcultural para imaginarse a su pareja contarle a su marido lo bien que había estado haciendo el amor con su amante esporádico de una cita a ciegas.... Pero le pareció muy bien....

Se vistieron, se besaron, se acariciaron. Llegaron pronto al autobús. Estuvieron un rato hablando como viejos amigos de toda la vida. Hicieron planes para volver a verse, sabiendo que con la confianza y la repetición, alcanzarían la complicidad intima (¿la entrega?) que en esta ocasión no habían del todo alcanzado.
En el viaje de vuelta, desde el coche, le escribió un sms: “Te sigo deseando”
Ella, desde el asiento del autobús, desfilando los árboles del paisaje en el reflejo de su iris, le contestó: “Me gustas, Pedro”

1 comentario

sabbat -

Querida Alter... te he dejado un mensaje al final de ese comentario sobre ti en mi página.

Besos :)